No conozco el terreno, no he visto mapa de la zona, es de
noche, no llevo linterna, debo orientarme en la oscuridad para intentar llegar
al Puerto de las Palomas y desde allí, carretera abajo, llegar hasta el hotel.
Castillo de La Iruela.
Llegamos esta tarde, e intentando aprovechar el día, subimos
al puerto de las Palomas para oír la
berrea o disfrutar de una tranquila puesta de sol. Pero a unos cientos de
metros antes de llegar al parking del puerto, veo un indicador de sendero hacia
la Iruela. Las mariposas empiezan a revolotear en la barriga y la cabeza hace
malabares buscando la combinación para
poder correr un rato.
El equipaje lo hemos dejado en el hotel y no tengo atuendo para correr. Llevo unos pantalones de trekking
desmontables que puedo dejar más cortos, una camiseta de algodón, zapatillas de
asfalto y una chaquetilla anudada a la
cintura porque hace fresquete. ¡Ah!,
también echo el móvil en un bolsillo.
Me despido de mi familia y les digo que ya apareceré a la
hora de la cena. Hacia el norte va un camino hacia la Fuente de la Zarza, donde
también hay un refugio (GR 247) y hacia el suroeste una veredita entre pinos que indica hacia la
Iruela (GR 247).
Después de un tramo de sendero entro en un camino que pasa
junto al refugio del Sagreo (en restauración). Comienzo una ascensión dejando
el camino y siguiendo una vereda. Me
mosqueo porque llevo varios kilómetros y he visto un indicador, me quedan 13 km hasta la Iruela. Voy
disfrutando como un niño. La noche se me echa encima pero puedo intuir el
sendero que está muy bien marcado. Pero de noche, todos los gatos son pardos.
Hace rato que troto errando en la noche, cerro arriba y
abajo sin dejar la cuerda, dirección en la que intuyo debe estar La Iruela. Llevo bastante tiempo fuera de ruta y lo más
sensato será intentar salir de allí.
Volviendo sobre mis pasos, desistiendo de encontrar la
vereda, el objetivo es encontrar la carretera sin meterme en los cortados de
piedra que veía esta tarde desde el
coche. Envío un mensaje con el móvil, porque no tengo cobertura y no puedo
avisar de mi demora.
Detalle del sendero GR 247.
Al fondo izquierda, la Viñuela.
Sigo corriendo despacio, a tacto, por la cresta. Alcanzo un pico con un hito que
demuestra claramente que no he pasado por aquí en el trayecto de ida. Me
intento orientar con las luces de los pueblos y confirmo que la dirección es la
correcta. Pero la duda no me quiere abandonar hasta que inicio el descenso y visualizo las
luces de un coche allí abajo.
Al fondo, La Iruela.
En un momento de cordura, recuerdo que instalé en el móvil
una aplicación este verano y que no la había usado hasta entonces. Una especie
de linterna. La busco dentro de las aplicaciones y… bueno, ¡esto es la leche!. (quizá en
circunstancia normales alumbre menos que
un candil, pero en estos momentos, de llevar un gran trecho a ciegas, un poco
de luz, es pasar de la noche al día).
La bajada coincide
con un cortafuegos y aunque el descenso es bastante brusco, el piso es de
tierra y con la luz del móvil esto se va alejando de la aventura y, por un
momento, va resultando bastante cómodo.
La luz del coche permanece inmóvil. A unos cientos de
metros, de lo que intuyo debe ser el
aparcamiento del puerto de Las Palomas, encuentro una valla bastante
alta que no dudo en saltar. Sigo un camino que lleva directamente hasta las
luces que vienen haciendo de estrella Polar.
Resultan ser los guardas forestales del Parque intrigados
por la luciérnaga errante que llevaban observando desde hace un rato. Luego, la
preguntas de rigor: ¿desde dónde vienes?; ¿qué te ha pasado?; …….. pero ahí
hay una valla.
Y sin dudarlo, les dije: - La he saltado, claro. (No les iba
a decir que no la había visto).
Cuando les pregunto por mi destino, me sugieren que llame a
mi mujer para que me recoja, porque quedaban unos cuantos kilómetros.
Pero le quité un poco de importancia a la distancia, les di
las gracias y tras una rápida despedida, sin darle tiempo a nada más, arranqué
a correr carretera abajo.
En el asfalto solté las piernas y la mente, intentando retomar
cada imagen, cada sensación, decisión y emoción que había deparado esta inesperada
aventura.
Nota. La última cima que abordé esa noche, resultó ser el
cerro de La Viñuela (1385m). La
siguiente tarde-noche, después de hacer la típica subida por el Borosa, me hice
con un mapa y completé la ruta desde el puerto de Las Palomas hasta la Iruela,
una auténtica pasada (esta vez con gusiluz (frontal). Las fotos son de esta
segunda oportunidad.
Pude comprobar donde había perdido la vereda. Una puñetera
curva a la derecha, pero de noche, ya se sabe... También pude ver donde me dí la vuelta, creo que fue pasando la
Peña de la Cumbre (1384m).
Pero me quedo con la ruta que hicimos corriendo al día
siguiente hasta los “tejos milenarios”. Sobre todo porque llevaba de pareja a
un runner escepcional, mi hijo (6 años).
Tejo milenario.
Os dejo un mapa de la zona que podéis imprimir en A4.
Saludos traileros. Jes.
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