lunes, 8 de octubre de 2012

Espolón de la Alcazaba, cara Este del Mulhacén, otros tresmiles y los hombres pájaro.



El primer apretón es de 1200 metros de desnivel en poco más de seis kilómetros, con más de 14 kilos en la mochila. A partir de aquí nos moveremos siempre a más de 3000 m de altura, también dormiremos en esta cota. En la primera jornada haremos treinta y pocos kilómetros con 4600 metros de desnivel acumulado.



En el Pico de Juntillas descendemos hacia sus lagunas, que ha quedado reducida a una, debido a las escasas precipitaciones y la travesía del verano.
Junto a la laguna nos encontramos a Jorge, el único montañero que vamos a ver hasta llegar al concurrido Mulhacén. Ha dormido en el viso y nos contaba que la tienda  iba a salir volando de la intensidad del viento. Su objetivo era La Alcazaba, igual que el nuestro, pero él quería subir por la cara sur desde  las lagunas de Las Calderetas ascendiendo por los Tajos del Goterón. Lo convencemos para que deje un poco de lastre escondido y nos acompañara hasta cerca de Vacares (otro tresmil).





En la foto de arriba vemos en al parte de abajo  la laguna de Juntillas. 
Al fondo, oscuro, la Alcazaba y detrás, a su izquierda, un poquito del Mulhacén.


No sé si inconscientemente, por error o dejándome llevar por conocer nuevas rutas, entramos casi sin querer por el Vasar de las Calderetas y del Goterón, en su cortada cara norte, ya en puertas del pie de la Alcazaba y su Vasar de abajo (porque tiene otro más arriba). Hoy uno de los objetivos era subir “La Fortaleza”(como la llamaban los musulmanes) por su cara norte, por el espolón.


Mi amigo Fran Marín, siempre mirando hacia arriba.

Nos enfrentábamos a una escalada de casi 400 metros de desnivel. Después de un buen tramo llegamos al vasar superior y, guiándonos por pequeños hitos nos desviamos un poco hacia la derecha emprendiendo de nuevo la escalada hasta el final. Con los equipos pesados y zapatillas traileras nos tuvimos que adaptar a las circunstancias guiados siempre por nuestro experto escalador Fran Marín, sí hombre , el de Adamuz. Los tres disfrutamos como niños. Seguro que lo recordaremos muchas veces.
Ya en la cima intentamos buscar al colega Jorge, pero no encontramos ni rastro de él. (Desde aquí, un saludo).

Jorge (en medio). 
Malagueño afincado en Almería que vino a celebrar 
su 50 cumpleaños, en solitario, a la montaña. 
¡Felicidades Jorge!.



Subiendo por el Espolón de la Alcazaba.

El primer objetivo ya estaba hecho. Comimos un poco, sin apenas beber, porque nos quedaba un culillo de  agua. Cometimos el error de no reponer las botellas en Juntillas,  último lugar con manantiales, ya que al ir cogiendo altura el nivel freático va quedando más bajo y con él los pequeños oasis de alta montaña.


Cima de la Alcazaba (autofoto).

Hacemos otros dos tresmiles bajando hasta el Puntal de la Cornisa y el de Siete Lagunas  porque queremos subir el Mulhacén por su cara Este. Nos arriesgamos, y no “perdemos tiempo” en bajar a por agua. Estamos en el collado que nos da acceso al Vasar del Mulhacen (por la cara norte) y la bajada a la laguna de La Mosca, otras dos opciones bastante atractivas. Pero el día es de retos y pendientes. Desde allí, la cara Este del Mulhacén se presenta como una inhóspita pared (este año sin nieve) de rodaderos de pequeñas piedras sueltas. Otra ascensión de más de doscientos metros que hicimos sin darle, y sin darnos, una pequeña tregua.
El pico estaba menos solitario de lo que seguramente  le gustaría. Los compañeros montañeros se sorprendieron de vernos llegar por este lugar tan poco convencional; como nosotros.
Suplicamos agua con unos resultados bastante jugosos, al menos para matar un poco la sed. Llegaron a donarnos, chorrito a chorrito, casi un litro. Estoy seguro de que  estaba bendecida,  entre los tres dimos buena y rápida cuenta de ella.



Cima del Mulhacén.

Para que no se nos hiciera tarde y poder saciar la sed lo más rápido posible, emprendemos el descenso hacia el valle de Siete Lagunas, por un acceso muy pendiente y de mal piso que va a salir a las lagunas de arriba. Era más seguro correr que andar.
Encontramos un pequeño manantial por encima de la segunda laguna (debajo de Laguna Altera).  Un pequeño filtro y  la sed que acumulábamos, nos convencieron de que la calidad del agua era bastante buena y no había que tratarla con pastillas potabilizadoras (de no ser así teníamos que esperar al menos media hora para desinfectar el agua).
Cuando estábamos disfrutando de la pequeña fuente y llenando las reservas de agua  para la cena y la noche, localizamos un vivac con techo. Lo más parecido a una mansión que podíamos encontrar. Ya eran las seis de la tarde. Teníamos una tienda para dos y uno tenía que dormir fuera.


Fuimos reponiendo, con sosiego y buena conversación, todas la calorías que habíamos perdido a lo largo del duro día. El plato estrella seguramente sería la sopa caliente que  se presenta casi imprescindible con la bajada de la temperatura a la caída de la tarde.
Después de una ventosa noche nos levantamos antes del amanecer y emprendemos la marcha hacia una nueva aventura.
Desde hace tiempo que quiero investigar la zona baja del valle de Juntillas. Salimos de Siete Lagunas por su vertiente Este y vamos perdiendo altura buscando la unión del arroyo del Goterón con el Juntillas. Los grandes desniveles nos hacen pensar que podemos encontrar cortados de piedra que nos impidan el descenso hacia la rivera del arroyo principal. Pero con suerte y guiados a tramos por veredas que han hecho las vacas de un borreguil a otro, encontramos el camino adecuado.


Mi amigo Paco Ríos, un gran ultrafondista. 
Dicen que incluso puede dormir corriendo. 

(Esta foto ha estado a punto de ser censurada 
por los tocamientos del "niño Marín", 
por favor, no mires su mano derecha).

El ritmo alegre por prados verdes llenos de vacas, agua en abundancia, cascadas, ... dista tanto del paisaje de ayer que parece otro lugar. 
Conforme vamos cogiendo altura y nos aproximamos al circo que acoge las lagunas de Juntillas, el viento se va haciendo más fuerte, afortunadamente de espaldas. En la dura subida arrecia de tal forma que somos literalmente empujados hacia arriba. Las grandes mochilas ayudan a ejercer resistencia al aire, esta vez favorable porque nos subió literalmente a la cima. En la suave y pedregosa cresta nos convertimos en “hombres pájaro”. Una continua persecución del equilibrio que se antojaba huidizo, nos acercaba vertiginosamente hacia nuestro destino: el gran descenso hacia Postero Alto.
Las noticias hablaban de ráfagas de 150 km/h, y me lo creo.

En la Piedra de los Ladrones hicimos una pequeña pausa para refugiarnos del viento, reponer agua y aligerar peso. El fortísimo y revocado  viento nos mostró su versión más mágica y caprichosa, convirtiendo un trozo de papel con ribetes terrosos en una amenazante y pegajosa mariposa (esta anécdota va a quedar para nosotros tres).
La hermosa jornada de trekking terminó con la tediosa bajada hacia el refugio que nos cobijó hace dos noches.
¡Qué maravilla!.


Saludos traileros. Jes. 

1 comentario:

  1. Gracias, Jes. Para mí fue una alegría compartir con vosotros un trecho en la montaña y en la vida. Te saludo con mucha cordialidad, así como a Paco y a Fran. Suerte y nos vemos, seguro. Un abrazo. Jorge

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