El primer
apretón es de 1200
metros de desnivel en poco más de seis kilómetros, con
más de 14 kilos en la mochila. A partir de aquí nos moveremos siempre a más de 3000 m de altura, también
dormiremos en esta cota. En la primera jornada haremos treinta y pocos kilómetros
con 4600 metros
de desnivel acumulado.
En el Pico de
Juntillas descendemos hacia sus lagunas, que ha quedado reducida a una, debido
a las escasas precipitaciones y la travesía del verano.
Junto a la
laguna nos encontramos a Jorge, el único montañero que vamos a ver hasta llegar
al concurrido Mulhacén. Ha dormido en el viso y nos contaba que la tienda iba a salir volando de la intensidad del
viento. Su objetivo era La
Alcazaba , igual que el nuestro, pero él quería subir por la
cara sur desde las lagunas de Las
Calderetas ascendiendo por los Tajos del Goterón. Lo convencemos para que deje
un poco de lastre escondido y nos acompañara hasta cerca de Vacares (otro
tresmil).
En la foto de arriba vemos en al parte de abajo la laguna de Juntillas.
Al fondo, oscuro, la Alcazaba y detrás, a su izquierda, un poquito del Mulhacén.
No sé si
inconscientemente, por error o dejándome llevar por conocer nuevas rutas,
entramos casi sin querer por el Vasar de las Calderetas y del Goterón, en su
cortada cara norte, ya en puertas del pie de la Alcazaba y su Vasar de
abajo (porque tiene otro más arriba). Hoy uno de los objetivos era subir “La Fortaleza ”(como la
llamaban los musulmanes) por su cara norte, por el espolón.
Mi amigo Fran Marín, siempre mirando hacia arriba.
Nos
enfrentábamos a una escalada de casi 400 metros de desnivel. Después de un buen tramo
llegamos al vasar superior y, guiándonos por pequeños hitos nos desviamos un
poco hacia la derecha emprendiendo de nuevo la escalada hasta el final. Con los
equipos pesados y zapatillas traileras nos tuvimos que adaptar a las
circunstancias guiados siempre por nuestro experto escalador Fran Marín, sí
hombre , el de Adamuz. Los tres disfrutamos como niños. Seguro que lo
recordaremos muchas veces.
Ya en la cima
intentamos buscar al colega Jorge, pero no encontramos ni rastro de él. (Desde
aquí, un saludo).
Jorge (en medio).
Malagueño afincado en Almería que vino a celebrar
su 50 cumpleaños, en solitario, a la montaña.
¡Felicidades Jorge!.
El primer
objetivo ya estaba hecho. Comimos un poco, sin apenas beber, porque nos quedaba
un culillo de agua. Cometimos el error
de no reponer las botellas en Juntillas,
último lugar con manantiales, ya que al ir cogiendo altura el nivel
freático va quedando más bajo y con él los pequeños oasis de alta montaña.
Cima de la Alcazaba (autofoto).
Hacemos otros
dos tresmiles bajando hasta el Puntal de la Cornisa y el de Siete Lagunas porque queremos subir el Mulhacén por su cara
Este. Nos arriesgamos, y no “perdemos tiempo” en bajar a por agua. Estamos en
el collado que nos da acceso al Vasar del Mulhacen (por la cara norte) y la
bajada a la laguna de La Mosca ,
otras dos opciones bastante atractivas. Pero el día es de retos y pendientes.
Desde allí, la cara Este del Mulhacén se presenta como una inhóspita pared
(este año sin nieve) de rodaderos de pequeñas piedras sueltas. Otra ascensión
de más de doscientos metros que hicimos sin darle, y sin darnos, una pequeña
tregua.
El pico estaba
menos solitario de lo que seguramente le
gustaría. Los compañeros montañeros se sorprendieron de vernos llegar por este
lugar tan poco convencional; como nosotros.
Suplicamos agua
con unos resultados bastante jugosos, al menos para matar un poco la sed.
Llegaron a donarnos, chorrito a chorrito, casi un litro. Estoy seguro de
que estaba bendecida, entre los tres dimos buena y rápida cuenta de
ella.
Cima del Mulhacén.
Para que no se
nos hiciera tarde y poder saciar la sed lo más rápido posible, emprendemos el
descenso hacia el valle de Siete Lagunas, por un acceso muy pendiente y de mal
piso que va a salir a las lagunas de arriba. Era más seguro correr que andar.
Encontramos un
pequeño manantial por encima de la segunda laguna (debajo de Laguna
Altera). Un pequeño filtro y la sed que acumulábamos, nos convencieron de
que la calidad del agua era bastante buena y no había que tratarla con
pastillas potabilizadoras (de no ser así teníamos que esperar al menos media hora para desinfectar el agua).
Cuando estábamos disfrutando de la pequeña fuente y llenando las reservas de agua para la cena y la noche, localizamos un
vivac con techo. Lo más parecido a una mansión que podíamos encontrar. Ya eran
las seis de la tarde. Teníamos una tienda para dos y uno tenía que dormir
fuera.
Fuimos
reponiendo, con sosiego y buena conversación, todas la calorías que habíamos
perdido a lo largo del duro día. El plato estrella seguramente sería la sopa
caliente que se presenta casi
imprescindible con la bajada de la temperatura a la caída de la tarde.
Después de una
ventosa noche nos levantamos antes del amanecer y emprendemos la marcha hacia
una nueva aventura.
Desde hace
tiempo que quiero investigar la zona baja del valle de Juntillas. Salimos de
Siete Lagunas por su vertiente Este y vamos perdiendo altura buscando la unión
del arroyo del Goterón con el Juntillas. Los grandes desniveles nos hacen pensar
que podemos encontrar cortados de piedra que nos impidan el descenso hacia la
rivera del arroyo principal. Pero con suerte y guiados a tramos por veredas que
han hecho las vacas de un borreguil a otro, encontramos el camino adecuado.
Mi amigo Paco Ríos, un gran ultrafondista.
Dicen que incluso puede dormir corriendo.
(Esta foto ha estado a punto de ser censurada
por los tocamientos del "niño Marín",
por favor, no mires su mano derecha).
por favor, no mires su mano derecha).
El ritmo alegre por
prados verdes llenos de vacas, agua en abundancia, cascadas, ... dista tanto
del paisaje de ayer que parece otro lugar.
Conforme vamos cogiendo altura y nos aproximamos al circo que acoge las lagunas de Juntillas, el viento se va haciendo más fuerte, afortunadamente de espaldas. En la dura subida arrecia de tal forma que somos literalmente empujados hacia arriba. Las grandes mochilas ayudan a ejercer resistencia al aire, esta vez favorable porque nos subió literalmente a la cima. En la suave y pedregosa cresta nos convertimos en “hombres pájaro”. Una continua persecución del equilibrio que se antojaba huidizo, nos acercaba vertiginosamente hacia nuestro destino: el gran descenso hacia Postero Alto.
Conforme vamos cogiendo altura y nos aproximamos al circo que acoge las lagunas de Juntillas, el viento se va haciendo más fuerte, afortunadamente de espaldas. En la dura subida arrecia de tal forma que somos literalmente empujados hacia arriba. Las grandes mochilas ayudan a ejercer resistencia al aire, esta vez favorable porque nos subió literalmente a la cima. En la suave y pedregosa cresta nos convertimos en “hombres pájaro”. Una continua persecución del equilibrio que se antojaba huidizo, nos acercaba vertiginosamente hacia nuestro destino: el gran descenso hacia Postero Alto.
En la Piedra de los Ladrones
hicimos una pequeña pausa para refugiarnos del viento, reponer agua y aligerar
peso. El fortísimo y revocado viento nos
mostró su versión más mágica y caprichosa, convirtiendo un trozo de papel con
ribetes terrosos en una amenazante y pegajosa mariposa (esta anécdota va a
quedar para nosotros tres).
La hermosa
jornada de trekking terminó con la tediosa bajada hacia el refugio que nos
cobijó hace dos noches.
Saludos
traileros. Jes.
Gracias, Jes. Para mí fue una alegría compartir con vosotros un trecho en la montaña y en la vida. Te saludo con mucha cordialidad, así como a Paco y a Fran. Suerte y nos vemos, seguro. Un abrazo. Jorge
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