domingo, 23 de enero de 2011

EL CORREDOR ANÓNIMO.



Era un día soleado de verano, en la montaña apenas quedaba nieve. Los senderos, ocultos durante muchos meses, serpenteaban a lo lejos invitando a transportarnos a otra dimensión.
En los primeros tramos las pendientes le obligaban a acortar el paso y ralentizar la marcha. El silencio solamente quebrantado por el sonido de los pasos y el ritmo acompasado de la respiración.
Como compañía lagunas, riachuelos, cumbres y una pareja de perritos. El equipo sencillo le permitía mezclarse aún más con el entorno. Ropa cómoda y discreta, en absoluto técnica; botas ligeras de media altura y una pequeña y usada mochila (sin camelback).
Haciendo el camino fácil, con marcha suave pero continua y sin llegar a romper la carrera.
La tranquilidad se reflejaba en su cara, seguramente espejo del alma.

Después de una inesperada laguna que acaricia el sendero y divide las intenciones entre sentarse a meditar o continuar, allí a mitad de camino nos sorprendió. Ya habíamos empezado aquella larga subida buscando el refugio.
Era un espejismo, algo apartado de lo habitual, una ensoñación, algo mágico.
Paramos para contemplar, disfrutar e intentar asimilar lo fascinante pero evidente del momento. Rompimos en vítores y aplausos, no podía ser de otra manera.
Como una nube cubre la cima, se hizo dueño de nuestro pensamiento, alimentando nuestra conversación.
Cuando llegamos al refugio esperábamos encontrarlo allí. Pero no había ni rastro. Seguimos nuestro camino hacia el lugar elegido para vivaquear. Aún nos quedaban unas horas de caminata. El sendero bajaba hacia el nacimiento de un arroyo. Surgía de una cueva de nieve donde repusimos agua y nos hicimos algunas fotos.
A partir de aquí, la vereda ancha, empedrada, se paseaba sosegadamente entre lagunas alimentadas por neveros.
En ese momento surge de nuevo a lo lejos la silueta del corredor, escoltado por sus fieles compañeros. Nos paramos y disfrutamos del espectáculo. Dando muestras más que evidentes del entusiasmo que despertaba en nosotros, lo animamos y despedimos, dejándonos deslumbrados. Volvió a acaparar nuestras reflexiones.
Incluso llegó a provocar en algún miembro del grupo ( JJ) la irrefrenable necesidad de correr durante un buen rato.
Por la tarde llegamos a una laguna preciosa al pie de uno de los picos objetivo de nuestra expedición y junto a ella un pequeño refugio. El resto del día lo dedicamos a subir al pico, inspeccionar la zona, hacer escalada en una pared orientada al sur y un bañito en la laguna.
De noche a tres mil metros, hace frío incluso en verano. Después de una cena copiosa y variada regada con vino, nos dispusimos a dormir en los sacos a la intemperie. Pero en los vivac había una invasión de pequeños roedores (aunque los invasores éramos nosotros) que a más de uno le hizo perder el sueño e intentar negociar con ellos con una bota en la mano.
Al día siguiente emprendimos el camino de vuelta pero por una ruta diferente donde cayeron otros tresmiles. La imagen del corredor continuaba en nuestras mentes. Quizá fue eso lo que provocó que el último trayecto hasta el coche lo hiciéramos corriendo (más de una hora). No fue comentado, simplemente surgió, nos dejamos llevar. Alguien empezó a trotar y el resto hicimos lo mismo.
Las condiciones no eran las más adecuadas para correr, porque además de botas y un mochilón enorme, venía Jose Serrano hijo. Pero a pesar de sus 12 años se comportó como un montañero y corredor excepcional.
Mis amigos sabían la magnitud del impacto que había provocado en mí el trailero (entonces desconocíamos el deporte y por supuesto la terminología).

Hacía muchos años que no corría. Un tiempo después de esta aventura empecé a trotar algún que otro día. Y en Sevilla, comprando unas zapatillas, coincido con Rafael Álvarez quien me dio a conocer el club y el trail.
Y es que , nuestro deporte es un gran desconocido fuera de nuestro mundillo.
Ahora soy yo el que va corriendo por la montaña y veo que la gente se sigue sorprendiendo.




Muchas gracias al corredor anónimo y al Córduba Trail.  

1 comentario:

  1. Cada uno tenemos un destino, a veces malo y otras bueno. Fue sin duda un buen cruce de destinos el que nos brindó en bandeja el conocer a una persona tan especial como Jesús, un soplo de aire fresco, amigo de sus amigos, tercio y gran compañero de fatigas.

    salu2!!!!

    ResponderEliminar