Me he ido a una isla a pasar la noche. Llevaba tiempo queriendo hacer una salida como las de antaño. Vuelta a lo primario, a lo más simple.
La excursión solitaria tiene algo especial. Cuando las aventuras son en grupo se comparten muchos momentos, experiencias, sentimientos... en definitiva se crean vínculos fuertes, se afianza o surge la amistad. Pero gestionar la soledad en un paraje inhóspito es algo maravilloso. Un enfrentamiento contigo mismo.
El día está nublado, posiblemente llueva. La cala donde me han dejado se muestra serena. Me queda algo más de una hora de paleo hasta la isla que quiero “conquistar”. Es media tarde y hasta mañana a la misma hora no vendrán a recogerme.
Como el kayak se presta a cargarlo, van cosas que normalmente no llevaría en la mochila.
Cuando dejo el resguardado rincón de mi partida el agua empieza a encresparse con el aire de poniente. Al salir definitivamente a aguas abiertas el viento y las olas me dan en el costado izquierdo. Doy un rodeo que alarga el trayecto intentando que el resto de la ruta tenga el viento un poco más de cola.
El vadeador lo he olvidado en casa y el chubasquero es incapaz de protegerme de cintura para abajo. Añoro mi anterior kayak de bañera, con el cubrebañeras y un cortavientos me mojaba menos que fregando los platos.
El viento arrecia y, aunque mojado, no puedo contener la euforia y disfruto surfeando las olas. Estoy llegando a la isla. Tengo que buscar un lugar resguardado del viento orientado al este donde el movimiento del agua sea nulo o más suave para que el sonido no sea molesto y me permita dormir.
Cuando instalo la tienda observo que el saco de dormir tampoco viene en la colección de bolsas que hay en la departamento estanco del kayak. Cuando estás en el campo, el saco es lo más parecido a tu hogar. Segundo error. Y lo bueno es que se complementan o mejor dicho el primero agrava al segundo. Al no llevar el neopreno he llegado mojado, me debo poner toda la ropa que tenga para poder dormir sin el saco. ¡La aventura es aventura!.
A secar la ropa y aromatizarla con humo de encina.
Tendedero (secadora rústica).
El hornillo tampoco lo he usado porque, si puedo, me gusta cocinar con candela. Otra opción, sería tumbarme en la esterilla junto al fuego, pero cuando me estaba terminando la sopa empieza a llover. Seguirá así tímidamente hasta bien entrada la noche. A la esterilla le he buscado casi todas las posturas posibles. Parece que como va mejor es haciéndome un rollito de primavera cubriendo parte de las piernas y un trozo de espalda, no hay para más.
Por la mañana desempolvo mi caña de mosca y dejo un bass para el almuerzo. Después de unos buenos lances, mi mirada se va hacia tierra firme. Me pongo el traje de faena y me voy a correr un rato por estas maravillosas lomas solitarias.
De haber tenido el saco me habría quedado otra noche. Así que, después de un buen almuerzo y una buena siesta emprendo el camino de vuelta.
( Los black bass y carpas pescadas fueron devueltas al agua
excepto el del almuerzo, claro.)
( Un poco de sal y a la brasa.)
El agua había estado todo el día como un espejo. A la hora de irme los nublados se ennegrecen y el viento sopla con más fuerza que ayer. No me atrevo a hacer una foto por miedo a perder la cámara.
Avanzaba hacia el lugar de encuentro como si estuviese domando un potro salvaje.
No sé de dónde salió una supermegabarca para ofrecerme ayuda y remolcarme hasta la orilla. En principio pensé que se acercaba para que los niños que iban a bordo pudieran apreciar qué es lo que no se debe hacer cuando el agua está tan encrespada.
Muy educadamente, agradecí el ofrecimiento, rechacé la ayuda y me contuve de retarlo a ver quién llegaba antes a buen puerto. Sobre todo por no dejar a aquel buen señor en mal lugar delante de los niños.
Ja, jaaaaaaaaaaa.
¡ Que buena aventura !.Llegué limpito por dentro y por fuera.
Mereció la pena aunque fuese sólo por oír el recital de canto con el que los pájaros reciben el día.
Saludos traileros. Jes.
Sobre todo limpito y perfumao jajajaja, ya te vale.
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