El termómetro marcaba al revés, unos cuantos bajo cero, niebla y una respetable helada.
Esta foto es de la luna del coche.
Dejamos el coche al pie del cortafuegos, en el Cortijo del Cura. Desde allí encaramos la pared de la Umbría que termina en el Hoyo del Toro, donde está la boca de la cueva.
Subiendo vamos quitando capas de ropa y nos ponemos arriba en menos de lo esperado. Sobre todo Mario “chico” ( sobrino de mi hermano Mario) que sube como si estuviera llaneando. Luego demostró que la bajada también la domina.
En la subida vamos dominando el Llano y apreciamos una capa de niebla bajera que difuminándose poco a poco deja entrever una imagen de las que se prenden en la memoria.
Al final del cortafuegos hay que desviarse un poco a la izquierda junto a esta piedra.
Ya estamos arriba.
Hoyo del Toro, al fondo Sierra Nevada.
La diferencia térmica con respecto a la cueva es bastante acusada. De la boca sale un caño de aire caliente, recordándonos su temperatura constante y el frío que hace fuera.
Empezamos a escudriñar la distintas rutas posibles ayudados de una cuerda fina que nos servía de guía para marcar la retirada. Mi hermano Mario parecía un hurón husmeando aquí y allí.
Según recuerdo, la cueva ha sufrido movimientos de piedras que se han desplomado y creo que el trayecto, con respecto a hace algunos años, se ha acortado. También han desaparecido por completo las estalactitas que adornaban las galerías, fruto de la visita de desaprensivos.
Llegamos a varias salas bastante grandes, canutos que no llegaban muy lejos y una posible conexión con la entrada que hay en la parte alta del hoyo del Toro. En uno de los pasadizoz notaba aire frío que entraba, aunque no veía luz y tampoco había posibilidad de poder avanzar.
Esta entrada es hacia abajo y parece que invita a tirar piedras para medir la profundidad, lo que puede provocar que el paso esté obstruido.
Cuentan los mayores desde tiempos inmemoriales, que la cueva debe su nombre a una cuadrilla de ladrones o bandoleros que se hacían llamar “Los Güeicos”. Y dicen que entraban con los caballos por la parte alta y salían por el Llano. Bueno, dejémoslo en una historia curiosa.
Foto de grupo.
Los Marios, tío y sobrino.
Mario presenta un curioso reflejo en su oreja izquierda, debe ser un efecto óptico.
Tras la aventura espeleológica continuamos por la cresta dirección hacia el Boquete. En este trayecto hay veces que das un paso en Granada y otro en Málaga. Seguimos oteando a diestro y siniestro disfrutando de la magnífica perspectiva que tenemos ante nosotros.
En la cresta.
Mi equipo.
Ya en la cima del Tajo del Boquete emprendimos un descenso por la vereda (hace poco hemos hablado de esta ruta, puedes verla aquí), corriendo los cuatro. Donde Mario “ joven” nos demostró nuevamente que además de juventud le acompaña una forma física envidiable.
Ventana del Viento,
aunque Mario "chico" prefiere llamarla
El Boquete del Boquete.
Aunque reconozco que la espeleología es una de las actividades de montaña que menos gracia me hacen, hemos quedado en visitar la cueva de la Mina. Ya os lo contaremos.
Saludos traileros. Jes.
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